50 cuestiones
50 cuestiones
¿Cómo podemos estar seguros de que amamos de verdad a alguien?

La experiencia nos enseña, a veces dolorosamente, que en este terreno no siempre se ven las cosas claras. Si no se está seguro de si mismo o de los propios sentimientos no es posible recurrir a pruebas o signos tangibles. Esto explica porque el amor no es una idea que se pueda definir o un fenómeno material que se pueda medir: el amor es el resultado de una decisión. Y por tanto, tomando una frase de San Buenaventura: El amor es la medida del amor y su criterio es el amor. A pesar de todo, existen algunos trucos prácticos aunque no exhaustivos:

¿Amo a mi amigo/a a quien amo o lo que me gusta es el amor que siento por él/ella? A veces podemos estar tan inmersos en nuestros sentimientos amorosos que podemos dejar de prestar atención al otro...

Por eso, la pregunta adecuada no debería ser ¿le amo? sino ¿deseo amarle?, puesto que el amor no es tanto un sentimiento sino una decisión, una elección, un querer amar.

Finalmente, no olvidemos que el amor es una relación... ¡entre dos personas! Sólo se puede hablar de amor si es recíproco. El mejor medio de verificarlo es, pues, preguntárselo (¡en la ocasión adecuada y con tacto!) a quien es objeto de tan profundos sentimientos...

 

Testimonio

Cuando conocí a Francisco, aprendí primero a descubrirle como amigo, sin imaginar ni por un momento que pudiera convertirse en mi marido. De lo que me acuerdo, es de que yo le encontraba distinto de los demás: más simpático, más abierto, es decir, mejor que los otros, sin saber muy bien por qué. Después, a medida que nos fuimos viendo más, tuve la certeza interior de que era él. Cada vez me sentía más libre: podía ser yo misma, mostrarme tal como era sin tener la impresión de ser juzgada. Creo que hay una dimensión de verdad en el amor. No se trata de aparentar delante del otro, de esforzarse por agradarle y adaptarse a su personalidad a costa de la propia y a cualquier precio.

Cuando encontramos nuestra media naranja, nos invade también una sensación de seguridad que surge de esa certeza interior. Con Francisco, me sentía capaz de fundar una familia. A pesar de algunas dificultades de adaptación debidas a nuestros distintos temperamentos, yo experimentaba una profunda paz. Nuestro noviazgo no fue un camino de rosas, hecho que demuestra lo necesario que es este periodo, pero la certeza interior no nos abandonó nunca y tras cinco años de matrimonio aún sigue viva.

Cecilia


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