50 cuestiones
50 cuestiones
Me caso,
pero ¡ tengo miedo de tener un hijo en seguida!
¿que debo hacer?

Os casáis y deseáis un amor verdadero. Queréis entregaros totalmente el uno al otro, en todas las dimensiones de vuestro ser. Queréis compartir dar y compartir alegrías, con esta magnífica capacidad de dar la vida que tenéis.

La naturaleza y la libertad os han otorgado el extraordinario don de la fecundidad y tenéis que administrarlo como padres responsables. Aprenderéis a conocer los periodos del ciclo de la mujer, aquéllos en que se puede dar la vida y aquéllos en que no se puede (1).

Si no estáis preparados para acoger un hijo en seguida o si decidís, con sentido común, esperar un tiempo, elegiréis uniros en los periodos no fértiles. Durante los periodos de fertilidad, podréis manifestaros vuestro amor de otras formas que no pasen por la unión sexual. Podréis hablar más entre vosotros, descubrir otras formas de cariño, etc. Veréis cómo vuestro amor crece y hace más profundo.

No obstante, debéis evitar que el matrimonio se restrinja a contabilizar días y, retrocedáis demasiado, impidiendo que el otro, y vosotros mismos, os realicéis plenamente dando la vida.

Sólo si atendéis a vuestros deseos y al amor que Dios ofrece a vuestra pareja, podréis decidir dar la vida de forma libre y desinteresada. En un periodo fértil y en el centro de vuestro amor, Dios podrá crear una nueva vida, vuestro hijo, con vuestra colaboración.


(1) Para esto, es necesaria la ayuda de una pareja de monitores de métodos naturales de regulación de natalidad. (ver cuestión 26)

Testimonio

Cuando nos casamos, hace cuatro años, los dos queríamos tener familia numerosa. Tras esperar cuatro meses, para aprender a conocernos, empezamos a pensar en los hijos. Necesitamos cuatro largos años de pruebas y dos intervenciones quirúrgicas para hacer realidad nuestro proyecto : el día de nuestro cuarto aniversario de boda supe que estaba embarazada.

Sería muy largo contar el periplo doloroso y complejo que tuvimos que recorrer hasta llegar al nacimiento de nuestro hijo, haré pues sólo algunas reflexiones sobre este sufrimiento.

Ser estéril es un dolor físico y moral. Fue preciso a luchar contra el sentimiento que me empujaba a pensar: ¡es culpa mía! Luego está el Relájese, señora, piense en otra cosa. y la familia y los amigos que te dan a entender o te dicen claramente que es una cuestión psicológica. ¡Que frase tan terrible! Incluso aunque a veces pueda ser así, te clasifican y catalogan como enferma psicológica.

Aguantar, contra viento y marea

Durante estos cuatro años, he experimentado el poder de la oración. La oración de los demás, que me ha servido a menudo de apoyo, no hay que tener miedo ha decir: ¡ya no puedo más! La que compartía con mi marido, pues nos ha sido dada la gracia de poder orar a Dios: para confiarle nuestro sufrimiento, para pedirle ayuda sin cesar : para poder escoger al médico adecuado (¡nos recomendaron tantos!), para que hiciera el diagnóstico correcto. Y la ofrenda personal de esta muerte (pues lo es) por los todos los intentos fallidos.

Incluso, recibimos la extrema unción. Cada vez fue una gracia... en la fe. No sentí nada pero tenía el apoyo de la Iglesia.

Siempre tuvimos la certeza de que Dios no nos abandonaría. Recuerdo que una vez pedí que me curara, y fui efectivamente curada pero... ¡de una otitis! Me sentí un poco defraudada pero comprendí que Él atendía mis plegarias.

Algunos meses más tarde, tras una segunda operación, estaba embarazada.

Al cabo de estos cuatro años me doy cuenta de hasta qué punto esta desgracia nos ha enriquecido. Nuestro amor, en lugar de peligrar, se ha profundizado. Hemos descubierto hasta qué punto Dios se ha comprometido con nosotros en nuestro matrimonio, para que resista contra viento y marea y nos ha otorgado una fecundidad real, incluso si al principio no tuvo forma de fecundidad humana.

Isabel


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