Hace falta ser Cristiano para salvarse
 

 

Una chica joven de origen argentino trabajaba como investigador en biología, en París.Hizo amistad con unos amigos cristianos y, poco a poco, se sintió atraída por la fe. Pero un obstáculo la retenía: su padre, un hombre muy recto, había sido un ateo convencido y había muerto como tal. Para ella, creer en Dios significaba que el ateísmo de su padre le excluía del Cielo.

    ¿Dios acoge en su Reino, "el Paraíso" a todos los hombres: a los creyentes de otras religiones y a los ateos de buena fe?

  La respuesta no admite duda, el Dios de los cristianos ama a todos los hombres, incluso a aquellos que no le conocen. Quiere que todos los hombres se salven, que todos estén con El en el Cielo.

   "Pero, ¿cómo podéis afirmarlo?" dirán algunos. El Dios de los cristianos es el Dios del Evangelio. Cuando el Niño Jesús, poco depués de nacer en el portal de Belén, es presentado en el Templo, un anciano, Simeón, mira al niño y dice, hablando de él: "Mis ojos han visto la salvación que has preparado a todos los pueblos, luz para iluminar a las Naciones..." (evangelio según San Lucas, capítulo 2, versículos 30-32). Y en otro sitio, en el evangelio según San Juan, capítulo3, v. 16: "Dios ha amado tanto al mundo que le ha dado a su Hijo Unigénito para que todo el que crea en El no se pierda, sino que tenga la vida eterna." San Pablo añade en la primera epístola a Timoteo, cap. 1, v. 2-4: "Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad."

 Así pues, si Jesucristo es Dios, y nos habla de las cosas de Dios, a través del Evangelio y de los escritos de sus testigos, "los Apóstoles", está claro que Dios ama a todos los hombres y quiere su felicidad, su "salvación"; les promete la vida eterna: "Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvado por El." (San Juan, cap.3, v. 17).

Sin embargo, se dice bien: "El que crea en El. ¿Qué entender entonces? En cierto modo, se puede "creer en el Hijo sin conocerle. Es lo que Jesús ha declarado, de manera solemne, en un discurso que se llama comúnmente "el evangelio del juicio final".

Jesús dice que "el Rey", "cuando venga en su gloria", llamará, para entrar en el Reino de Dios, "a los benditos de su Padre": aquellos que han dado de comer a los hambrientos, a beber a los sedientos, vestido a los pobres, acogido a los extranjeros, visitado a los prisioneros. "En verdad, en verdad os digo, cuando lo habéis hecho con uno de estos pequeños, lo habéis hecho conmigo". Así, el Hijo de Dios se identifica con cada hombre. Está claro que el "Dios de los cristianos" no reserva su salvación a los que le han conocido de manera explícita sino a todo hombre que ha amado en verdad y que ha practicado la caridad. Ya sea ateo, budista o animista.

Algunos pueden preguntarse leyendo lo que precede si es el pensamiento de la Iglesia católica porque es verdad que el Evangelio es interpretado a veces de manera demasiado personal. Pues bien, he aquí lo que dice el artículo 1058 del Catecismo de la Iglesia católica, publicado en 1992: "Si es verdad que nadie puede salvarse por sí mismo, también es verdad que "Dios quiere que todos los hombres se salven" (1 Tim 2/4) y que para El "todo es posible" (Mateo 19/26)"

Por eso los cristianos rezan y tienen esperanza por todas las personas que mueren, sean cuales sean las apariencias. Les confían a la misericordia de Dios que puede llegar a las almas por vías que no conocemos. ¡Recordemos el ejemplo del buen ladrón! Jesús, mientras estaba crucificado al lado de ese granuja, le dijo: "Hoy entrarás Conmigo en el Paraíso" (evangelio según San Juan).

 Cantar del Paraíso

La tradición bretona atrivuye este cantar a san Hervé, bardo ciego del siglo VI, cuya biografía, escrita en el siglo XI, nos dice que compuso un cantar sobre el paraíso. Se dice también que el texto fue revisado por Dom Michel Le Nobltez, el fundador de las misiones bretonas. En 1816, un sacerdote de Plougnonven le hizo concer y desde ese momento emezó a difundirse ampliamente. La música del Cantar del Paraíso es muy antigua. Dom Le Feuvre, maestro de coro de la abadía de santa Ana de Kergonan le atribuye un origen anterior incluso a la era cristiana. Palabras y música nos introducen en el corazón de la tradición cristiana bretona.

  1. Jesús, qué grande es el placer del alma
  2. Cuando está en el la gracia de Dios y en su amor.

  3. Me parece corto el tiempo y los sufrimientos miserables
  4. Cuando pienso día y noche en la gloria del Paraíso.

  5. Cuando miro al cielo hacia mi verdadero país

Me gustaría volar hasta él como una blanca paloma.

  1. Espero con gozo la última hora
  2. Tengo prisa por ver a Jesús, mi verdadero Esposo.

  3. Tan pronto como sean rotas mis cadenas
  4. Me elevaré en el aire como una golondrina.

  5. Pasaré la luna para subir a su gloria
  6. Más allá del sol y de las estrellas seré llevado.

  7. Cuando esté lejos de la tierra, valle lleno de penas
  8. Entonces, echaré una mirada a mi país, Bretaña.

  9. Yo le diré: "adiós, país mío, adiós, mundo de dolor,
  10. Con tus bienes engañosos"

  11. Adiós para siempre, pobreza y angustia

Adiós pecados, aflicciones y enfermedades.

  1. Después de la muerte, cantaré con gozo:

"Mi cadena se ha roto, soy libre para siempre".

16. Las puertas del Paraíso, abiertas para esperarme,

Los santos y las santas, que vienen a acogerme.

  1. Podré ver a Dios Padre para siempre

Con su Hijo eterno y el Espíritu Santo.

  1. Qué bueno es escuchar a Jesús que dice:

"Ven, servidor mío, a encontrar a Dios, tu Padre".

  1. Allí, qué hermoso será contemplar a la Virgen bendita,

    Con sus doce estrellas formando una corona.

  1. Veré además con cada uno, un arpa,
  2. Ángeles y arcángeles, todos alabando a Dios.

  3. Los bienaventurados apóstoles, con los discípulos de Jesús,

Y todos los mártires, honor de los cristianos.


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