¿PODEMOS DAR UN SENTIDO AL SUFRIMIENTO Y A LA UERTE?

 
     

 

La prueba de que Dios no ha querido nuestra muerte es que, después de la ruptura de la relación "Es fuerte el amor como la muerte, flechas de fuego son sus flechas, las aguas inmensas no podrán apagarlo"

¿El sufrimiento, y aún más la muerte no son absurdas? Dios mismo dice que no ha querido la muerte: "No fue Dios quien hizo la muerte, ni se goza con el exterminio de los creyentes, todo lo creó para que perdurase" (libro de la Sabiduría, cap. 1, v. 13).

Así pues, ¿la muerte tiene un sentido? ¿ Y qué sentido puede tener entonces?

No son sólo los cristianos los que le dan un sentido e incluso un valor. ¿ Cómo explicar que alguien, por ejemplo, arriesgue su vida para salvar a alguien? Pensemos en los bomberos de Nueva York que murieron ayudando a las personas del atentado de las "Twin Towers"; pensemos también en esos resistentes o militantes, del partido que sean, que dan su vida por un ideal, para que los demás tengan una vida mejor. Conocemos también la historia del Padre Kolbe, un franciscano polaco, que se ofreció a morir en el "bunker de la muerte" en un campo de concentración en lugar de un padre de familia (ver testimonio). Incluso sin llegar a la muerte, ¿cuántos padres y madres en el mundo, y mucho más en los países pobres, desgastan su vida y sufren para asegurar la subsistencia y el futuro de sus hijos?

Es, pues, el amor en el sentido más amplio, el que da sentido al sufrimiento y a la muerte, o más bien, a la ofrenda de la vida. Así, cuando se sufre, se puede hacer también un acto de ofrenda, un acto de amor en unión con Cristo que ha sufrido su Pasión y ha dado su vida "en rescate por la multitud":

"Mi vida no me la quitan,dice El, soy Yo quien la doy."

Jésus a conocido también, sin embargo, como muchos hombres, la angustia de la muerte en en Huerto de los Olivos de Getsemaní. Pero su resurrección da el sentido verdadero a la vida y a la muerte. La muerte no puede vencer al amor porque Dios es Amor.

El Cantar de los Cantares, uno de los más hermosos textos de la Biblia, se termina con estas palabras: "Es fuerte el amor como la muerte, flechas de fuego son sus flechas, las aguas inmensas no podrán apagar el amor"

¿Las palabras, las buenas intenciones pueden suprimir el sufrimiento y el horror de la muerte? No, por supuesto. Sin embargo, incluso sin ser un héroe, incluso sufriendo sin poder rezar ni hablar, la intención basta. Una mujer en fase terminal de su enfermedad, que tenía grandes dolores, en una época en la que se conocían mal los cuidados paliativos, ofrecía este sufrimiento para que sus hijos hicieron algo hermoso de su vida. Un hombre, que empezaba a tener la enfermedad de Altzeimer, en un momento en que comprendió que las cosas se le escapaban de las manos, decía: "Dios mío, lo acepto." Seguían viviendo su prueba, pero le habían dado un sentido, un valor.

En esos momentos, todo es difícil, parece que no se espera nada y, sin embargo el corazón vela y los que queremos, los que nos visitan pueden, con su presencia humilde y amante, con su esperanza y su oración, ayudarnos a dar a esta vida que se nos escapa un valor y el sentido del amor. Es lo que ha vivido un gran periodista, especialista del "futuro", que tenía mucho miedo de la muerte. Hacía que le leyeran pasajes de la Biblia, pedía que le explicaran tal o tal tema sobre Dios que le costaba aceptar. Y pedía a su mujer que cogiera su guitarra para alabar a Dios con un cántico, por él.

Testimonio:

"No hay amor más grande..."

En 1939, las tropas alemanas y nazis invadían Polonia. Después de un primer arresto, el padre Kolbe, franciscano, a la cabeza de uno de los más grandes grupos de prensa de Polonia, es deportado a Auschwitz.

Algunos días después de ser destinado al bloque 14, uno de los detenidos consiguió escaparse. La sentencia cayó como un jarro de agua fría: diez hombres serían condenados a muerte. El comandante del campo pasó por enmedio de los prisioneros y comenzó a escoger a los diez desgraciados. Un silencio profundo reinaba en las filas. Uno de los condenados, Francisco Gajowniczek, se echó a llorar: "Adiós, mujer mía; adiós, hijos míos, ¡váis a ser huérfanos!"

En ese silencio terrorífico, un hombre salió de las filas y se avanzó hacia el comandante, muy digno, derecho, con el rostro muy tranquilo.

  • " ¿Qué quiere ese cerdo polaco?", dijo el comandante.
  • "Soy sacerdote católico polaco; soy viejo y quiero ocupar su puesto porque él tiene mujer e hijos."

El comandante, estupefacto, aceptó como por arte de magia. Los diez condenados fueron llevados a un bunker en el que iban a morir de hambre y de sed. ¡Una muerte atroz, difícil de imaginar! El padre Kolbe les hacía recitar oraciones y cantar los himnos. ¡Gran misterio de libertad! Uno a uno, fueron muriendo. Al cabo de tres semanas de agonía, cuatro de entre ellos vivían todavía, entre ellos el padre Kolbe. El 14 de agosto, uno de los verdugos le hizo una inyección intravenosa de veneno. Maximiliano reza y extiende su brazo al verdugo.

"Esta muerte, aceptada de manera espontánea, por amor al hombre, ¿no constituye una manera concreta de cumplir las palabras de Cristo? ¿No hace de Maximiliano de modo particular alguien semejante a Cristo, (...) que ha dado su vida sobre la Cruz por sus hermanos?" ha dicho Juan Pablo II durante la ceremonia de canonización.

Con la Biblia abierta...

Bienaventurados vosotros...

Viendo a la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:

"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los límpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegráos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.


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