¿ POR QUE CELEBRAR EL DIA DE TODOS LOS SANTOS?
 

 

Surgiendo de las primers brumas del otoño, el día de Todos los santos, misterioso, se ofrece como una fiesta de flores y de velas, las primeras vacaciones (en determinados países), los viajes que os conducen a algún rincón perdido donde se encuentra la familia. En los caminos de los campos, el sol hace brillar los charcos entre las huellas que dejan los carros y en un aire saturado de olor de champiñones, las gentes de la ciudad, enternecidas recogen las primeras castañas despreciadas por la gente rural o por las ardillas. Las iglesias olvidadas de los pueblos que envejecen se llenan de nuevo de jóvenes y de viejos, que avanzan en oración tras las huellas seculares de sus antepasados.

En el día de Todos los santos, en efecto, la lluvia y el sol, el cielo y la tierra, las almas de los justos y de los santos, de los humildes y de los miserables se acercan en la comunión de los santos. En los lugares que ellos han amado, donde han sufrido y en los que la luz de Cristo ha transfigurado, el cortejo de las almas muertas avanza. En primer lugar los santos, todos los santos. Los de la historia y los de las canonizaciones, y todos aquellos también que, sin eco en los periódicos ni en la televisión, han amado a lo largo de los días, han rezado y extendido alrededor de ellos la esperanza. Los santos apóstoles y los mártires son los primeros en los que hay que pensar. Como evocaba el poeta Francis Jammes, el poeta de las colinas y de los torrentes de Béarn: los pasos de los apóstoles sobre los caminos pedregosos del imperio romano, sobre el puente de los barcos sin timón, en la arena de los anfiteatros y hasta la cruz, las rejas de fuego, o la decapitación, esos pasos nos han traído el Evangelio desde el principio de los siglos.

¿Os dáis cuenta de que esto ha durado 270 años durante el imperio romano? ¿Y en Francia, la galorromana, 220 años? Esos mártires eran cristianos de cada día, como vosotros y como yo, "cogerán a uno, dejarán al otro", el uno bajaba la cabeza, el otro daba testimonio.

Hoy hay todavía mártires, incluso entre las personas que yo he conocido, como Cipriano, historiador y poeta ruandés, y Daphrose, su mujer, la valiente. Y vosotros, quizá les habéis conocido, eran de vuestra tierra o de muy cerca, los padres blancos de Tizi Ouzou o los monjes de Tibhirine, martirizados en Algeria. Y después en India, en Sudán, en Burundi, en China, en Egipto, en Ambonia (Indonesia). Vivimos tiempos de eremitas, tiempos de misioneros, tiempos de fundadores y tiempos de laicos. La santidad no es sólo para los héroes, nos espera a la puerta, entra en nuestra vida, en todas nuestras vidas, allí donde estamos, haciendo ese trabajo que es el nuestro.

"Les habéis conocido, les habéis visto. Han vivido entre vosotros", declaraba en sus diócesis en 1756 el obispo de San Malo en una carta pastoral a propósito del Conde de Garaye y de su esposa que durante 40 años mantuvieron un hospital en su casa solariega; él, haciendo todas las operaciones de cirugía general, ella, operando de cataratas, siendo así la primera mujer oftalmóloga de Francia (siglo XVIII).

Entre los santos más conocidos, ha habido un juez y abogado que todos los jueces tienen hoy por su patrón: San Yván, de Tréguier en Bretaña (en los siglos XIII y XIV). La Juana que hizo la guerra y cambió la historia de Francia en el siglo XV era una joven pastorcilla en Domrémy en Lorena. Era laico (en el siglo XIX) ese Federico Ozanam, casado, profesor en la Sorbona, creador de las Conferencias de San Vicente de Paul que siendo estudiante, evangelizaba a los estudiantes y, siendo profesor, evangelizaba a los que venían a la Sorbona.

Era filósofa, y feminista de alto nivel, esta Edith Stein que murió por sus hermanos judíos y por la fe católica en un campo de concentración de Hitler (en el siglo XX).

 

El 1 y el 2 de noviembre

El 1 de noviembre es la fiesta de Todos los santos, de los del calendario y de todos aquellos desconocidos, de vuestros pueblos y de vuestras familias de los que la tradición oral se acuerda o no se acuerda. En toda ascendencia hay santos, y vosotros lleváis su sangre, sois descendientes de santos.

El 2 de noviembre es el día de los difuntos. No han llegado todavía al Cielo, pero vosotros podéis ayudarles a entrar. ¿Por qué rezar por esos muertos, nuestros parientes, nuestros amigos, nuestros vecinos e incluso los que nos han hecho daño?

 

Testimonio

En la noche del 26 al 27 de marzo de 1996, siete monjes de Nuestra Señora del Altlas, en Algeria son secuestrados. El 23 de mayo nos enteraremos de su muerte en condiciones horribles. Su prior, el padre Cristian de Chergé nos ha dejado este testimonio espiritual sublime.

"Si un día- y ese día podría ser hoy- fuera víctima del terrorismo que parece querer englobar ahora a todos los extranjeros que viven en Algeria, quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia se acuerden de que mi vida se la he dado a Dios y a este país.

Que acepten que esta separación brutal no le será indiferente al único Dueño de toda vida. Que recen ppor mí: ¿cómo podré ser digno de tal ofrenda? Que sepan asociar esta muerte a tantas otras también violentas, olvidadas en la indiferencia del anonimato. Mi vida no vale más que la de los demás. No vale menos tampoco.

En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia. He vivido lo bastante como para saber que soy cómplice de esa maldad que parece, por desgracia, prevalecer en el mundo, e incluso de esa maldad que me puede sacudir de un modo ciego.

Quisiera, cuando llegue el momento, tener un lapso de lucidez que me permita pedir el perdón de Dios y el de mis hermanos en humanidad, al mismo tiempo que poder perdonar de todo corazón a quien me haya hecho daño. No puedo desear tal muerte. Me parece importante profesarlo. No veo, en efecto, cómo podría alegrarme de que ese pueblo que amo sea acusado de mi muerte de un modo indiscriminado. Es pagar demasiado caro lo que quizá llamaríamos la "gracia del martirio" el debérsela a un algerino, sea quien sea, sobre todo si cree actuar con fidelidad a lo que él cree ser el Islam.

(...) Algeria y el Islam, para mí, son otra cosa, son un cuerpo y un alma. Lo he proclamado ya bastante, yo creo, a la vista y sabiendo todo lo que he recibido, y encontrando ese hilo conductor del Evangelio aprendido en las rodillas de mi madre, mi primera Iglesia, precisamente en Algeria y en el respeto ya de los creyentes musulmanes.

Evidentemente, mi muerte parecerá dar la razón a los que me han tratado de naif o de idealista: " ¡Que diga ahora lo que piensa!" Pero estos tienen que saber que mi curiosidad más aguda será liberada. Entonces podré, si Dios lo permite, penetrar con mi mirada en la del Padre para contemplar con El a sus hijos del islam tal y como El les ve, iluminados de la gloria de Cristo, frutos de su Pasión, revestidos del don del Espíritu Santo, cuyo gozo secretoserá siempre establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.

Doy gracias a Dios por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente suya, que parece haberla querido toda entera para este gozo, a pesar de todo. En esta acción de gracias en la, a partir de ahora, todo está dicho os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy y a vosotros, mis amigos de aquí, al lado de mi madre y de mi padre, de mis hermanos y hermanas, ¡que os sea acordado el céntuplo como está prometido!

Y a ti también, el amigo del último minuto, que no habrás sabido lo que hacías. Sí, también para ti, quiero dar gracias, y este "A Dios" pensado para ti. Y que nos sea concedido encontrarnos, ladrones felices, en el paraíso, si Dios quiere, El que es Padre de los dos.

¡Amén! ¡Inch’Allah!

Algeria, 1 de diciembre de 1993, Tibhirine, 1 de enero de 1994 Cristian


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