¿QUE PODEMOS HACER POR LOS QUE SE HAN IDO?
 

 

En el Credo, resumen de lo que creen los cristianos desde hace 2000 años, se dice: "Creo en la comunión de los santos".

Para los cristianos, hay una gran relación entre todos los que están en el Cielo cerca de Dios, "los santos" y nosotros, que vivimos sobre la tierra. Esos "santos", tenemos que precisarlo, no son solamente los que han sido declarados "santos" de manera oficial por la Iglesia, y que llamamos "los santos canonizados". Todos los que han muerto diciendo "sí" al amor de Dios están con Dios, después de una purificación si ha sido necesario. Son "santos". En cuanto a los bautizados que viven aquí abajo, los primeros cristianos les llamaban también los "santos". Entre estas tres categorías de "santos" existe lo que llamamos la "comunión de los santos". Son "los tres estados de la Iglesia" (catecismo de la Iglesia católica, n° 954).

Algunos de los que han terminado su vida terrestre necesitan ser purificados para poder entrar en la intimidad con Dios. Están en un estado transitorio, llamado tradicionalmente "purgatorio" pues, para entrar en el fuego del Amor de Dios, es necesario arder de amor uno mismo... (ver pregunta 11).

Nuestras oraciones por los difuntos pueden contribuír a esta purificación que les permite abrirse cada vez más a Dios. Por estas oraciones, por la ofrenda de la misa, podemos acelerar de alguna manera, este camino hacia el Amor puro.

Pero para Dios, no existe el tiempo; si hoy rezamos por los que se han ido, incluso después de pasado un tiempo, Dios ha visto ya nuestra oración.

La mejor de las oraciones es el ofrecer una misa, y asistir si es posible –o unirse de intención. Pero todas nuestras pobres palabras, sean las que sean, tienen un poder inmenso para nuestros amigos difuntos: llegan al corazón de Dios.

También están las "indulgencias" (ver pregunta 28).

¡Cuidado! Algunas leyendas bonitas (ver por ejemplo "La catedral", http://www.emmanuel-info.com/dossiers/br) cuentan la historia de las pobres almas del purgatorio, abandonadas, que esperan indefinidamente oraciones y misas. Estas historias tienen el mérito de atraer nuestra atención sobre la oración por los muertos. Pero la misericordia de Dios va más allá de lo que nosotros hagamos o no. El Señor no necesita de nosotros para ejercer su misericordia, para purificar al alma en el fuego del amor. Pero nos propone asociarnos a esta misericordia. Así pues, podemos hacer mucho por los difuntos, porque tenemos la riqueza del don de Dios.


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