50 cuestiones
50 cuestiones
¿Y la asturbación?

Primera trampa. Se prueba por razones diversas: curiosidad o descubrimiento brutal de la propia sexualidad, lecturas, televisión, impulsado por los amigos, la soledad, la falta de afectiva... Pero el placer físico que supone, muy pronto, lleva a reproducir y multiplicar este acto inicial. Se crea rápidamente el hábito, que es lo peligroso porque cuanto más arraigado está, más difícil es dejarlo. Difícil, pero no imposible. "Debes saber que eres libre frente a este problema, puedes superarlo", son palabras de un padre a su hijo de 16 años, que le han ayudado mucho. Por otra parte hay que distinguir lo que puede ser un impulso sexual espontáneo, o en un semi-sueño, de la masturbación real que implica un acto consciente y deliberado.

Segunda trampa. Nos gusta oír (intoxicación) que masturbarse es normal, anodino, incluso que es una experiencia útil, buena para el equilibrio físico y psíquico... En realidad, es todo lo contrario. Cada vez que utilizo mi cuerpo de una forma que no corresponde a la finalidad para la que fue creado, hago algo que no es bueno ni para mi mente ni para mi alma. Sin embargo, este acto, a pesar de que aporta un placer inmediato, hace desgraciado al que lo practica porque se encierra en sí mismo, se aísla de los demás. Poco a poco, a través de la imaginación, se entra en un túnel y se acaba siendo víctima de una culpabilidad que dificulta aún más la apertura hacia los demás y hacia el verdadero amor. Y esta culpabilidad debilita también la voluntad, haciéndole dudar de que haya esperanza.

Pero es precísamente por ahí por donde hay que comenzar a salir del túnel: hay esperanza, es posible salir de la oscuridad. El primer paso es dominar la propia sexualidad. No siempre es posible dominar la imaginación pero sí, los actos. A partir de ahí puede comenzar toda una reeducación que incluirá, junto con la necesidad de perdón (que fortifica la voluntad y la esperanza), pequeños pasos como son : no mirar ciertas cosas y dominar el corazón (ver cuestión 32), limpiar nuestra vida, entregarnos al prójimo... Se trata de una reeducación que supone una forma de vida y que va a hacer de nosotros hombres y mujeres firmes, purificados y preparados para amar.

Testimonio

En la pubertad descubrí la masturbación, que rápidamente se convirtió para mí en un placer obsesivo e insaciable. Sabía que moralmente era inaceptable, pero no podía resistir más de tres días seguidos sin ella. Mi culpabilidad me llevó a hacer todo tipo de esfuerzos para dejarla, pero sin éxito. Ni siquiera el matrimonio consiguió cambiar demasiado esta situación.

Mucho después, tras haber encontrado realmente al Señor, me propuse de nuevo dejar este vicio. Pero una vez más, mis esfuerzos fueron en vano. Recibí psicoterapia pero allí me animaban a vivir mi sexualidad tal como era, sin darle más vueltas al asunto. Pero en mi corazón sentía que orientarme hacia un placer solitario suponía aislarme de los demás y de Dios y vivir en una especie de autosuficiencia que no me satisfacía.

Imploré al Señor para que me ayudara. Me pareció que me respondía que yo no era esclavo, entonces le pedí que me lo demostrara con una liberación de varios meses. Y en efecto, sin especial esfuerzo, me vi libre de la masturbación durante seis meses.

Estaba muy contento pero pronto el hábito volvió aparecer, poco a poco, y me volví a encontrar como antes. Había olvidado que estos seis meses de liberación se me habían concedido como signo y que mi debilidad no era una esclavitud.

Cuando lo recordé, tomé conciencia de que podía dejarlo con la ayuda de Dios. En mi siguiente tentación, me puse a rezar y libré un duro combate... Pero el Señor me salvó.

Ahora hace diez años que doy gracias al Señor. No sólo me ha liberado de la masturbación, sino que de este modo, me ha hecho avanzar en el amor.

Carlos


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